Consultor: Rodrigo Tarquino
Colaborador: Fritz Villasante
2022
El área priorizada de este estudio se encuentra en el corazón del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi en Bolivia, en el departamento de La Paz y en la frontera binacional con Perú, departamento de Madre de Dios. En el foco central se encuentra el territorio del Pueblo Indígena en Situación de Aislamiento denominado Toromona y sus zonas aledañas.
En Bolivia, las áreas colindantes con la Toromona son las denominadas Terras Comunitarias de Origen (TCOs) de los pueblos indígenas originarios que, en la región, conforman los territorios de 7 pueblos originarios: Tacana, Leco, Tsimane – Moseten, Ese Ejja, San José de Uchupiamonas y Araona. En Perú, en la Región de Madre de Dios, el estudio se centra en el pueblo Ese Eja, en las comunidades de Sonene, Palma Real e Infierno.
Observe no mapa interativo do Módulo Povos Indígenas, onde se localizam os territórios indígenas na região amazônica e observe as regiões fronteiriças estudadas pelos consultores da OTCA:
Movilidad, resistencia y sedentarización de los pueblos del Alto Solimões
Los conocimientos etnobotánicos y la relación de las comunidades con las plantas desempeñan un papel fundamental en los procesos de curación, aunque el soporte de estos conocimientos, que se transmiten a través de la comunicación oral, es más frágil debido a la pérdida de la lengua y a la adquisición de otros hábitos de autocuidado.
La mayoría de las comunidades Ese Eja de esta región amazónica interpretan las enfermedades como males causados por “espíritus” que entran en el cuerpo por los ojos, por lo que también las llaman “mal de olho”. Generalmente, la contención de los males causados por estos espíritus se hace restringiendo el consumo de ciertas plantas y animales. Cuando un “espíritu” se apodera de ella, la víctima se siente mal, pero este fenómeno no se considera necesariamente una enfermedad.
Sin embargo, el uso medicinal de las plantas también se emplea para tratar enfermedades causadas en el organismo y es producto de un proceso histórico de relación entre conocimientos ancestrales y foráneos. Debido al precario acceso a las instalaciones sanitarias, el uso medicinal de las plantas sigue estando muy extendido, como ocurrió durante la pandemia de COVID-19, cuando las comunidades accedieron a los conocimientos etnobotánicos incluso antes de que se tomara ninguna medida gubernamental.
Actividades y entorno de los territorios indígena
El área de estudio está influenciada por acciones territoriales humanas, con proyectos de desarrollo económico directos e indirectos de gran importancia, particularmente en el municipio de Ixiamas en Bolivia. Una de las principales actividades económicas es la explotación forestal. Parte de esta actividad es legal, pero la ilegal suele proceder de zonas protegidas y territorios indígenas de la región. Las actividades de explotación forestal más comunes son: la caza, la recolección de plantas, la expansión de la frontera agrícola y ganadera y la extracción de madera.
Además, existe la presencia de actividades relacionadas con el narcotráfico en las comunidades aledañas a la unidad de conservación, lo que atenta contra la gobernabilidad de la región debido a la cantidad de recursos y logística que moviliza el narcotráfico. Además, la minería es una actividad presente en la región, que genera pasivos ambientales y no contribuye con impuestos.
Persistencia de enfermedades infecciosas y condiciones sociales de la población
El perfil epidemiológico de la región está relacionado con las características medioambientales y las condiciones de vida de los pueblos indígenas de Perú y Bolivia. Los principales problemas sanitarios identificados en la región fueron las Infecciones Respiratorias Agudas (IRA), que generan episodios recurrentes de brotes y epidemias en la región, además de requerir una mayor presencia de la medicina convencional a través de la medicación suministrada por los centros de salud. En cuanto a las Enfermedades Diarreicas Agudas (EDA), también muy presentes, el tratamiento con medicinas tradicionales y el control local han sido más eficaces para estas patologías.
También se descubrió que la desnutrición afecta a madres e hijos de forma permanente. Los datos sugieren que las madres sufren anemia fisiológica durante el embarazo debido a la mala alimentación y acaban transmitiéndola a sus bebés. La vulnerabilidad nutricional se ve agravada por el cambio en la matriz económica y productiva de muchos pueblos indígenas que les obliga a reducir las actividades de caza y pesca, aumentando la inseguridad alimentaria. Además, las elevadas tasas y frecuencia de reproducción impiden a las madres amamantar a sus recién nacidos durante más de 6 meses. Como consecuencia, niños de tan sólo 5 años presentaban síntomas de anemia ferropénica, debido a la falta de ingesta de proteínas animales. Puede deducirse que el rendimiento escolar se ve afectado por la malnutrición.
La población adulta mostró frecuencia en los diagnósticos por lesiones y traumatismos articulares, artrosis múltiple (artrosis traumática) debido a su exposición ambiental y modo de vida. También destaca la alta frecuencia de infecciones parasitarias, muy comunes en toda la población y grupos de edad, lo que está relacionado con la falta de servicios básicos de saneamiento y hábitos de higiene. Los parásitos están más presentes en los extremos de los grupos de edad, en niños y ancianos.
Infraestructuras sanitarias en la región
En Bolivia, el sistema de salud está organizado en tres niveles: el primer nivel, son los centros ubicados en las comunidades, que atienden afecciones básicas y enfermedades frecuentes. Estos centros tienen capacidad para tratar hasta el 80% de las enfermedades que afectan a la población. El segundo nivel es el hospitalario, con atención especializada, fisioterapia y rehabilitación. El tercer nivel son hospitales de alta resolución con todas las especialidades médicas, incluidos servicios de psicología, tomografía, banco de leche y tratamiento del cáncer. En la zona de estudio delimitada, la mayoría de los servicios sanitarios se concentran en el primer nivel y sólo unos pocos en el segundo.
Las infraestructuras sanitarias de ambos países son heterogéneas. En Perú hay varios establecimientos sanitarios por distrito y una red que los conecta. En Bolivia, el número de establecimientos de salud es menor, algunos en territorios indígenas, pero muchos carecen del personal y el equipamiento necesarios para atender casos complejos, sin conexión entre los establecimientos de salud y los centros administrativos. En la comunidad de Toromona, por ejemplo, cuando se acaban los suministros, tienen que recorrer más de 1.100 kilómetros hasta Ixiamas (capital del municipio), el camino es difícil de transitar y se recorre en dos o tres días, lo que hace que el acceso a la salud sea uno de los problemas más recurrentes en la región. Por otro lado, la falta de acceso fomenta el intercambio de conocimientos tradicionales sobre plantas medicinales para el tratamiento de enfermedades.
En Perú, la Sanidad es mixta, pública y privada. En el departamento de Madre de Dios la mayoría de los establecimientos de salud corresponden a centros de salud de nivel básico. Existen dos establecimientos más complejos: el Hospital San Martín de Porres en la Península Ibérica y el Hospital Santa Rosa en Puerto Maldonado.
Durante la pandemia de COVID-19, entre 2020 y 2021, las comunidades indígenas amazónicas de Bolivia y Perú compartieron sus conocimientos tradicionales entre ellas y con la población en general. Durante el primer año de la pandemia, las plantas medicinales fueron ampliamente utilizadas y fundamentales para el tratamiento de los síntomas. Además, muchas comunidades desarrollaron protocolos de control y prevención en sus comunidades, y adoptaron medidas de restricción de la circulación. En el segundo año de la pandemia, con la llegada de los primeros medicamentos y vacunas convencionales, la población recurrió a la medicina convencional. Bolivia, sin embargo, en el momento del estudio no había alcanzado una buena cobertura de la población vacunada.
La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto las deficiencias institucionales en ambos países, especialmente en relación con la comunicación con las comunidades indígenas, que fue poco fluida y eficaz. La información inexacta hizo que las comunidades y los residentes rechazaran, por ejemplo, la vacunación. Además, faltaban datos institucionalizados y precisos para la toma de decisiones a nivel comunitario y municipal. Por ejemplo, no fue posible obtener información precisa de las comunidades indígenas, lo que dificultó una mejor visión del desarrollo de COVID-19 a nivel local.
Otro factor agravante está relacionado con las precarias condiciones de vida de las comunidades indígenas de la región. Debido a la insuficiencia de los servicios básicos de abastecimiento de agua potable y alcantarillado, se dificultaron las medidas profilácticas para hacer frente al COVID-19, como la limpieza del entorno y el lavado de manos. En términos organizativos y políticos, muchas de las decisiones tomadas estaban centralizadas y además sin tener en cuenta la heterogeneidad de los niveles de educación de la población y su acceso a los servicios sanitarios. Debido a la gran desigualdad social existente, los mensajes y las decisiones tomadas a nivel central no generaron respuestas eficaces.